Sandwiche colombiano
Ingredientes
- ● 2 chorizos cocinados
- ● 1cucharada de mayonesa
- ● 1 cucharada de ketchup
- ● 1 cebolla picada
- ● queso blanco rallado
- ● 1 cucharada de guacamole
- ● 1 cuchrada de mantequilla
- ● 2 tajadas de pan
Preparación
- Primero tomamos las 2 rebanadas de pan y las ponemos en un sarten a fuego muy lento para que quede tostadito despues afuera del fuego tomamos una tapa y le esparcimos mantequilla y a la otra tapa la cucharada de mayonesa despues de esto picamos los chorizos en rodajitas y los ponemos en una tajada de pan, encima de esto echamos la cebolla picada y el tomate en cubitos pequeños mas arriba le añadimos el queso blanco rallado y antes de cerrarlo le echamos el guacamole con una pisca de sal y pasamos el sandwich al microondas para que el queso se derrita
- ESPERO LA DISFRUTEN !!
Información adicional
- Porciones: 0
- Tiempo de preparación: -
- Calificación: 5 Estrellas de 5 (1 votos)
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3 Reseñas para Sandwiche Colombiano
DOROOOTEAAAHERMOSSA
07-10-2010
MEE ENCANTTTOO ESTTE SANDWICH...
MARCELA
24-02-2012
SE VE QUE VA A ESTAR RIQISIMO.
Dolores
16-07-2012
E:
Es algo que cae de pronto. Una imagen que se va componiendo de pedacitos, como un rompecabezas que la memoria envía cuando menos lo esperas, tentándote con un recuerdo que a veces puedes guardar y que otras veces olvidas para siempre. He intentado componer tu rostro, y es que a pesar de encontrar decenas de imágenes tuyas con lentes y barba y nariz en Google, hay algo que me dice que no eres tú, que no es la cara que reconozco, y tardo un rato en pintarte de nuevo y agregar una sonrisa o una palabra bonita para mí afuera de tus labios, preguntando de vez en cuando a mis dedos si voy bien o de plano me dedico a otra cosa. Decía Walter Benjamin que cuando alguien muere hay un algo que cambia en sus retratos fotográficos. Habría que agregar que la lujuria también cambia los retratos, y que te hace agregar insolentemente líneas a filósofos alemanes.
Los retratos desde siempre son celebraciones. Te celebro, E. Contaba Plinio (el Viejito) que la pintura (y con ella el retrato pictórico) nacieron cuando una chica (la hija del buen Butades) observó la sombra de su novio soldado sobre la pared justo la noche antes de irse a la guerra, y ella trazó su perfil ayudada por una vela y un pedazo de carbón, para dejarlo fresco en la memoria y dejar en la memoria el primer fresco.
Así que dispongo tu rostro. Intento forzar a mi cerebro para que me regale otro instante más: recuerdo algunas partes de tu cuerpo, recuerdo su forma aún en una noche de luces apagadas. Compongo tu torso sobre la cama, observo bien las venas azules al comienzo de tus tobillos y a veces recorro tu espalda pero me falta algo, un pedazo de nariz roja, algo de orejas y mucho de labios. Me falta dibujar tus mejillas pero puedo todavía esconderme en tu cuello para escuchar tu voz como de lejos. Ya olvidé hasta dónde llega tu cabeza y cuantos besos horizontales caben en ella pero oigo que me dices que quieres morder mis pezones. No encuentro tus brazos, como si se hubieran despegado de tus manos. Tus rodillas se salieran de tus piernas para posarse huesudas y lindas, dobladas sobre la cama, y entiendo que alguna vez te dije que me gustaba el olor de tus axilas, que hasta allí olías bien pero no recuerdo su aroma, aunque tengo alguna pista con el desodorante que observé cuando fui a orinar en el Laffayette, pero ya olvidé la marca. Y después sigue un extraño collage de sábanas, colores, humos, risas, y sabores. Puedo regresar al sabor de tus nalgas pero ya no reconozco el condimento de tus labios que me hacen soñar y volver a soñar con besarte (eso, aquí entre nos, es lo que más se me antoja hacerte en días nublados). Rememoro la parte gruesa de tus piernas con una mano mía encima y cuando me entero de que estoy aquí, tecleando este memorama con pocos pares, ya tengo un dedo dentro de la boca, de la mía, que a veces tampoco recuerdo junto a la tuya. Ya no quiero comprar tequila Siete Leguas, me pone triste.
Porque entre toda esta mezcla de olvidos y retazos de fotografías impúdicas también esta mi cuerpo, que también compongo en pedacitos. No se si subí las piernas a tu cuello pero algo me dice que te gustaba una imagen por la mañana, y proclamaste que la guardarías para siempre. ¿Tu sonrisa son tus labios? ¿Tus mensajes por celular la punta de tus dedos? ¿Tus palabras entre signos de interrogación tus piernas? ¿Tus “te extraño” tus besos?
Con las palabras que me escribes, y con las que dejas de escribir por culpa del FBI y del la Bundesnachrichtendienst (je, me tardé un rato buscando esta palabrota que leí en una novela enorme de Jonathan Littell); con las palabras que quitas cuando corriges lo que sea, con las que apuntas rápidamente en un papelito, con las que dejas olvidadas en una libreta e incluso las que te gustan en un libro, las que conoces en otros idiomas e incluso las onomatopeyas (de las que me declaro fan) quizá podría componer otro rostro, pero uno siempre diferente al que aparece en Google. Quizá un retrato abstracto de alguien que está del otro lado de mi compu, un señor frente al teclado sonriendo y levantándose de vez en cuando para rellenar una taza de café con un logo de equipo de fútbol español (porque le valen madre esas delicadezas, él sólo quiere café), junto a un cenicero repleto, frente a una ventana donde se ve un árbol viejito que siempre deja un montón de hojas para que alguien reniegue al barrer, con un altero de libros para consultar (medio chuecos porque algunas vez olvidó cerrar las ventanas mientras llovía) una pluma Bic azul mordida en una orilla, un montón de vasos con agua a la mitad y un calcetín negro olvidado del lado izquierdo.
Quizá un retrato abstracto, uno pintado sin bocetos previos pero con pinceladas ansiosas y eso sí, con algunas palabras afuera de tus labios, como los cómics, para que digan que me extrañas (una de mis frases favoritas (después de: "Anda, pide un postre"). Para repetir frente a tu retrato de pocos trazos que también te extraño. Y mucho.
D